viernes, 22 de noviembre de 2019
“Offline”
Se pararon todos. En mitad de la contienda, todos los robots que combatían contra nosotros, la resistencia, se detuvieron y bajaron sus armas. Incapaz de comprender semejante comportamiento, traté de buscar una explicación, una causa de su repentino proceder. Pero tras otear a mi alrededor solo había humo y destrucción, nada que indicara su repentino cese de las hostilidades.
Fue entonces cuando la vi en la pantalla interior del casco. Una imagen algo borrosa y confusa debido al movimiento del robot que la grababa, pero suficiente para reconocerla. Era la cyborg que me cuidó, aquella a quien llamé mamá y luego repudié cuando crecí, al entender que era una máquina y no un humano como yo. Estaba sentada junto al gran ordenador central y un cable sobresalía de su nuca. La cabeza ladeada e inmóvil, con una de sus manos apoyada en la mejilla. Sentí un escalofrío al ver el impacto de láser en su pecho. Tardé en comprender lo que ocurría hasta que reparé bien en esa mano que se llevaba a la cara. A la altura de su boca, que esbozaba la forma de un beso, observé la estrellita, el corazón y los diferentes colgantes diminutos que adornaban la pulsera que yo le regalé cuando era pequeña. Sentí cómo la congoja escalaba mi garganta y, quitándome el casco, no pude reprimir un grito ahogado entre lágrimas. Fue entonces cuando comprendí que una madre es quien te cuida, quien vela tus desvelos y se sacrifica por darte un presente y futuro. Ella fue capaz de hacerlo aun sin ser de carne y hueso, ni tampoco poseía un protocolo de comportamiento instalado en su sistema. Solo lo hizo porque era mi madre, la única que he conocido y la única que tendré.
Seis meses después de aquel suceso que ahora recuerdo, ya no escucho explosiones ni balas silbando a mí alrededor. La guerra terminó. Ahora me hallo sentada ante la ventana de casa y los únicos sonidos son el trinar de los pájaros entre los árboles, y el rítmico aunque suave rasgueo de mi pelo con el cepillo, ese que mi madre empuña con la destreza habitual tras haber sido reparada.
Pepe Gallego
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