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En aquel preciso instante, la festividad se rompió con un terrorífico grito femenino, cuando un reguero de sangre emanó violentamente de la carótida del que se pensaba a salvo entre la multitud. Un círculo se abrió entre el gentío y alguien arrimó un candil para iluminar al caído, junto al que se encontraba una figura encapuchada que, con suma tranquilidad, murmuró unas palabras mientras deslizaba con misericordia sus dedos sobre los párpados de la víctima para cubrir las ya dilatadas pupilas. Se alzó mirando a los compungidos presentes desde la lóbrega guarida que la capucha proporcionaba a sus vivaces ojos, y entonces uno de los testigos gritó:
—¡Al asesino! —pero apenas les dio tiempo a dar dos pasos en dirección al agresor, cuando este escapó del asedio corriendo con una agilidad pasmosa por la pared y saltando a una ventana, que le propinó el impulso necesario para desaparecer por los tejados ante el asombro de los asistentes a tal prodigio.
Aquella noche, en las calles de Sevilla yacía el cadáver de un cristiano ante la casa de la bella Susona, con su siniestra calavera más macabra que nunca presidiendo el dintel de la puerta salpicado de escarlata.
Pepe Gallego
<a rel="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/"><img alt="Licencia Creative Commons" style="border-width:0" src="https://i.creativecommons.org/l/by-nc-nd/4.0/88x31.png" /></a><br /><span xmlns:dct="http://purl.org/dc/terms/" property="dct:title">"Misericordia"</span> por <a xmlns:cc="http://creativecommons.org/ns#" href="http://pedrofernandezworks.blogspot.com.es/2017/02/misericordia.html" property="cc:attributionName" rel="cc:attributionURL">Pepe Gallego</a> se distribuye bajo una <a rel="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/">Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional</a>.
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