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martes, 17 de octubre de 2017

"Kannibal, the ogre"


Toorn se hallaba ante el arco de los sacrificios, apoyado sobre su gran hacha, con una rodilla en el suelo y murmurando unas palabras en aquel lugar sagrado, donde tantas veces había ido a llevar como ofrenda las cabezas cercenadas de sus enemigos humanos. Pero en esta ocasión la desigualdad ante su adversario no beneficiaba al guerrero del caos. Esta vez el contrario casi le triplicaba la envergadura. Y no solo eso, sino también en potencia y ferocidad. Woedend se acercó a Toorn y esperó a que acabara sus oraciones. Cuando lo hizo, él se alzó mirándola para escuchar lo que ella le venía a contar.

—Nadie sabe cómo, simplemente apareció de la nada. Nada se sabe acerca de él, tan solo lo relatado por el humano que llegó a la aldea desesperado pidiendo ayuda. Dijo que es un ogro al que llaman Kannibaal, y viene arrasando todo cuanto encuentra a su paso.

—Pero, no es posible, se supone que los ogros fueron una raza que se extinguió hace mucho tiempo. De hecho cayeron a manos de los trolls, y estos viven en las montañas desde hace siglos.

—Pues no debieron caer todos porque este está muy vivo y no va haciendo prisioneros por el camino, como demuestran el cráneo de troll atado a su hombro, o la cabeza del desdichado humano que pende sobre su pecho.

Toorn quedó pensativo y cuando se disponía a hablar, resonó un estruendo al final de la estancia. Woedend le miró con los ojos muy abiertos pero fue Toorn quien habló colocándose el casco.

—Te ha debido seguir. Prepárate, puede que esta sea nuestra última batalla.

Toorn tomó el escudo en su mano izquierda y apretó con la derecha el mango de su hacha esperando entrar en acción. Woedend se movió en zigzag entre las columnas buscando el lugar adecuado desde donde apuntar su arco para hacer blanco con las flechas.
La puerta de madera y los dinteles de piedra a los que se hallaba anclada la misma, saltaron por los aires hechos pedazos y apareció la imponente figura de Kannibaal. Blandía en sus manos un trozo de tronco con armas de todo tipo incrustadas en él, desde espadas a hachas, pasando por lanzas o multitud de flechas. Se quedó parado mirando a los guerreros del caos calculando la situación, y estos pudieron notar en su fría mirada la falta de sentimientos de culpa. Era una demoledora máquina de matar que no se detendría ante nada ni nadie, y ahora iba a por ellos.
Toorn no esperó más e inicio la carrera hacia el ogro. Woedend aguantó la respiración y tensó el arco. 
Kannibaal, cambiando la fría expresión de sus ojos por la de una locura latente que presagiaba una sed de sangre infinita, ladeó su cuerpo echando hacia atrás el tronco para darle mayor recorrido y brutalidad a su inminente ataque.

Pepe Gallego



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